Baño de florecimiento

Era requisito sine qua non que en la habitación del hotel hubiese bañera. Antes de terminar el año me daría un baño de despojo y de florecimiento: para florecer, primero hay que descargar.
Regresé, con entusiasmo y fascinación, a la mágica Medinat Qurtuba el señalado día de Navidad porque así me guiaron a hacerlo para adentrarme todavía más en mi ser, en mi esencia, profundizando en la investigación y la Alquimia {الخيمياء | al-khīmiyā]}, practica y filosofía intrínseca a mí, preparándome además, sin saberlo aunque intuyéndolo, para proseguir ahora con más conciencia y de la mano de un maestro, las enseñanzas sagradas del Universo.

Una vez ubicada en la ciudad e instalada en el hotel, comencé el ritual, totalmente concentrada en mí, sin distracciones (incluso el teléfono móvil estaba en recepción).
Los baños de florecimiento son muy conocidos dentro de la terapia holística y los realizamos cuando necesitamos descargar negatividades, revitalizar y aumentar nuestra energía.
Con sales de descarga (podéis ver algunos baños elaborados por mí en la publicación que hice hace más de un año en mi Instagram) conseguimos una limpieza profunda a nivel físico y energético que se siente instantáneamente. La sal*, al entrar en contacto con el agua actúa de catalizador y ahí es donde actúa sobre la energía negativa. Una vez realizada la descarga y purificación, el tiempo lo determinará el mismo proceso, ya estamos en condiciones de recibir el baño de florecimiento que hará brillar nuestro campo energético liberándonos de bloqueos para fluir en nuestros objetivos deseados.
En cuanto al baño de despojo, cuando hablamos de negatividades no siempre son generadas por algún evento o persona externa, la mayoría de veces, la peor negatividad la recibimos de nosotrxs mismxs: nuestros pensamientos, nuestras creencias limitantes, emociones reprimidas, vivencias familiares que nos condicionan, etc.
Recuerda:


~Como piensas, sientes.
Como sientes atraes.~

Me metí poco a poco, consciente de lo que llevaba a cabo, en el agua muy caliente con las sales ya diluidas y mi cuerpo recibió rápidamente los beneficios del ritual que realizaba. Me sumergí completamente unos segundos, lo que repetí en varias ocasiones, a modo de bautismo, de iniciación.
La luz azul de la tarde entraba en el baño a través de la ventana situada en la pared de la bañera y sonaban las campanas de la Torre Campanario de la Mezquita, antiguo alminar musulmán de la Aljama, al lado de mi hotel. Añadí las flores a mi baño cuando sentí que era el momento: una vez que me había desprendido de las capas que ya no tenían que estar en mí y mudé de piel; lo que me recuerda a la runa Othila de la que ya hablé en mi blog Les Autres Mondes con motivo de mi trabajo fotográfico de las Stadhagaldr y también he compartido un fragmento de mi diario rúnico en la entrada que publiqué ayer).

Estuve un buen rato más sumergida en el agua con las flores, tanto que los pétalos perdieron su vivaz color quedando pálidos, como si hubieran entregado toda la vida contenida en ellos para ofrecérmela a mí. Era suficiente. Quité el tapón y fui recogiendo los pétalos que taponaban el desagüe hasta dejar la bañera complemente limpia, sin rastros de lo sucedido. Pero yo bien sé lo que en ese baño ocurrió y lo que significó ese viaje para mí. Doy gracias infinitas por tanto. Por Todo.

Escribí anteriormente sobre la sal aquí y aquí.

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Gracias.

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